Añadir un nuevo disco a un equipo con Windows 8.1
Puede que muchos usuarios de ordenadores suframos el síndrome de Diógenes digital, es decir, acumulamos información que probablemente nunca más vayamos a utilizar, sólo por si acaso. El resultado es que nuestros discos duros tienden a rebosar con cierta facilidad.
Afortunadamente, el precio por unidad de almacenamiento en los discos duros va disminuyendo casi a diario y la solución a este problema suele ser añadir un nuevo disco a nuestro ordenador. Al fin y al cabo, en la versión informática de este problema las cosas no ocupan mucho espacio… y no atraen bichos.
Bueno, aunque he tratado de hacer una introducción algo desenfadada, la verdad es que hay muchas situaciones en las que puede resultar muy interesante disponer de un segundo disco duro con gran capacidad, como hacer copias de seguridad o crear un almacenamiento de red centralizado para todos los ordenadores que tengamos en la misma red.
En cualquier caso, para la explicación de hoy, supondremos que la parte hardware ya está resuelta. Es decir, que ya has abierto el ordenador y has conectado correctamente un nuevo disco duro en su interior.
También supondremos que vamos a utilizar el disco como segunda unidad de almacenamiento y que la primera quedará intacta. Si fuésemos a sustituir la unidad principal, lo primero que deberíamos hacer es instalar de nuevo el sistema operativo.
Lo normal es que, una vez conectado físicamente el disco al ordenador, al arrancarlo por primera vez, la BIOS lo detecte automáticamente. Sin embargo, antes de poder crear volúmenes o particiones en el disco nuevo, deberemos inicializarlo. Esta será la tarea a la que nos dedicaremos en el artículo de hoy.
Es bastante habitual que los discos nuevos vengan formateados de fábrica. Si es así, tendrá una sola partición, que estará formateada en NTFS. Además, se le habrá asignado una letra de unidad de forma predeterminada… Pero tendrá la ventaja de que podremos usarlo de forma inmediata.
Si no viene formateado, o si prefieres una configuración más personalizada, este es tu artículo.
Lo primero será hacer clic, con el botón derecho del ratón sobre el botón Inicio del Escritorio.
Al hacerlo, conseguiremos que se abra la ventana Panel de control. Se trata de la interfaz gráfica que nos facilita la consulta y modificación de los ajustes más importantes del sistema operativo.
Así, obtenemos las opciones relativas al cortafuegos, el cifrado, las actualizaciones, etc.
Así conseguiremos que se abra la ventana Herramientas administrativas.
Esto hará que se abra una tercera ventana, titulada Administración de equipos, que, a su vez, estará dividida en tres paneles verticales:
- En el de la izquierda, disponemos de una serie de opciones organizadas a modo de árbol.
- En el panel central aparecerán los elementos relacionados con la opción elegida a la izquierda.
- En el panel derecho, las acciones que podamos aplicar al elemento seleccionado en el panel central.
En el caso que nos ocupa, haremos clic sobre la entrada Administración de discos del panel izquierdo. Al hacerlo, veremos en el panel central el disco principal del sistema y, debajo, el nuevo disco que hemos añadido. Si este segundo disco no aparece, probablemente no lo hayas conectado correctamente al ordenador.
Obviamente, no podrás seguir hasta que el sistema operativo no pueda detectarlo.
Si el disco no viene formateado de fábrica, aparecerá una ventana emergente como la que puedes ver en la imagen siguiente. En ella, el sistema nos informa de que ha encontrado un disco que no está inicializado.
Aunque no es frecuente, si has añadido más de un disco, en el cuadro de texto aparecerá todos relacionados y deberás marcar aquél (o aquellos) que quieras inicializar en este momento.
Debajo, podremos indicar el estilo de particionado que queremos aplicar:
- Si elegimos MBR podremos tener un máximo de cuatro particiones primarias (o tres primarias y una extendida) de 2,2 TB cada una.
- Si elegimos GPT dispondremos de un máximo de 128 particiones de 9,3 ZB (zettabytes) cada una.
En cualquier caso, como en el momento de escribir este texto aún no son frecuentes los discos con más de 2 TB, nos decantaremos por el valor predeterminado (MBR)
Poco después tendremos el disco inicializado. A continuación, tendremos que crear la primera partición. Observa que, en el área que representa al nuevo disco (en nuestro caso, Disco 1), aparece el tamaño total y el texto No asignado.
Para lograrlo, haremos clic, con el botón derecho del ratón, sobre el área del Disco 1.
De esta forma, conseguiremos iniciar el Asistente para nuevo volumen simple.
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Leemos la primera pantalla, que es meramente informativa, y hacemos clic sobre el botón Siguiente.
En la siguiente etapa, deberemos especificar el tamaño que tendrá la partición. Observa que, de forma predeterminada, el tamaño que aparece es el total del disco. Sin embargo, si lo deseamos, podemos disminuirlo para que la nueva partición ocupe sólo una parte de dicho disco.
Si lo hacemos, al final del proceso se mostrará el área que representa al Disco 1 dividida en dos partes: una representando a la partición que estamos haciendo y la otra etiquetada como No asignado. Repitiendo el proceso, podríamos crear una segunda partición en el espacio restante que actuaría como una unidad de almacenamiento independiente (incluso tendrá asignada una letra de unidad distinta).
A continuación, elegiremos la letra que tendrá asignada la nueva partición.
También podemos hacer que el contenido del nuevo disco se muestre dentro de una carpeta vacía de otro disco (en este caso sólo tenemos el disco principal), de esta forma, podemos construir un único árbol de directorios, al estilo de lo que hace GNU/Linux. De esta forma, un usuario no tendría la percepción de que existen dos discos distintos en el sistema, sino que simplemente vería una carpeta en el disco principal, cuyo contenido sería el del segundo disco completo.
Incluso podemos dejarla la nueva partición sin letra y sin ruta a otra carpeta, aunque esto es poco frecuente, porque la partición quedaría inaccesible desde el sistema operativo.
Después de esto, sólo nos queda elegir los datos relativos al sistema de archivos que vamos a asignar, aunque también podemos optar por no formatear la partición.
En Windows 8.1 podemos elegir entre dos sistemas de archivos diferentes: exFAT y NTFS, aunque en los discos actuales, por su tamaño, lo más normal es elegir la segunda opción.
También podemos elegir el tamaño del bloque de datos que se intercambiará con la unidad en una sola operación de lectura o escritura. En este caso, lo más frecuente es dejar el valor predeterminado.
A continuación, tenemos un cuadro de texto donde escribir un nombre para la partición. Esta etiqueta, que se mostrará junto a la letra de unidad en el Explorador de archivos te puede servir para identificar su contenido con más facilidad. Por ejemplo, puedes llamarla Copias de seguridad, si va a ser ese su contenido.
También podemos decidir si queremos hacer un formateado rápido y si queremos habilitar la compresión automática de archivos y carpetas (este último aspecto hará descender ligeramente el rendimiento de la unidad cuando la estemos usando, por lo que, salvo que el ahorro en la capacidad de almacenamiento sea importante, lo dejaremos deshabilitado).
En la última etapa del asistente, obtenemos un resumen de la configuración que hemos establecido.
Cuando se cierre el asistente, podremos comprobar que la información sobre el Disco 1 se habrá actualizado en respuesta al proceso que acabamos de llevar a cabo.
Recuerda que, si no has ocupado todo el espacio con la partición, puedes ocupar el espacio sobrante repitiendo los pasos desde el punto 7.
Si tienes un disco que venía formateado, por ejemplo, con exFAT y quieres convertirlo a NTFS, tendrías que abrir la ventana Administración de equipos, tal y como explicamos en este artículo y, antes de crear la nueva partición, tendrías que eliminar la antigua haciendo clic sobre ella y eligiendo Eliminar volumen…
Después, los pasos serían idénticos a los explicados a partir del punto 7 de este artículo
Espero que te resulte útil.